lunes, 14 de julio de 2008

FRASES DE NERUDA Y DE GABO

Pablo Neruda



Para que nada nos separe, que no nos una nada.

En un beso, sabrás todo lo que he callado.



Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos.

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano.



La timidez es una condición ajena al corazón, una categoría, una dimensión que desemboca en la soledad.

Me piden lo profético que hay en mí, con melancolía y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.

El vino abre las puertas con asombro y en el refugio de los meses vuelca su cuerpo de empapadas alas rojas.



El vino mueve la primavera, crece como una planta la alegría. Caen muros, peñascos, se cierran los abismos, nace el canto.

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Gabriel García Márquez



Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.

Ningún lugar en la vida es mas triste que una cama vacía.



Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría "te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.

La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.


El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.

La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.

El amor se hace más grande y noble en la calamidad.



No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible.

Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no.

Me desconcierta tanto pensar que dios existe, como que no existe.

El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.

Creo que las mujeres sostienen el mundo en vilo, para que no se desbarate mientras los hombres tratan de empujar la historia. Al final, uno se pregunta cuál de las dos cosas será la menos sensata.



Si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.

Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al señor para poder ser el guardián de tu alma.



Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más.

La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada.

La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.

La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Dale valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.



He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.



Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.

En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces.

Debemos arrojar a los oceanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aqui existió un mundo donde prevalació el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad.

Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.


Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos.



No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.

Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.

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